Las mujeres rurales dan un paso al frente: En la República Kirguisa, las mujeres asumen cargos en las esferas políticas y de negocios
Las mujeres rurales tienen un gran potencial como líderes y empresarias. También tienen el deseo de liderar. Pero se enfrentan a muchos obstáculos: pocas oportunidades laborales, bajos niveles de educación y mucho trabajo no remunerado. Además, a menudo sus seres queridos las desaniman abiertamente para que persigan sus sueños, presionadas por los estereotipos tradicionales.
En Europa y Asia Central, la situación de las mujeres rurales se considera una de las más avanzadas del mundo. Pero incluso allí e incluso ahora, las mujeres rurales se enfrentan a la discriminación. En 2012, cuatro entidades de la ONU - ONU Mujeres, la FAO, el PMA y el FIDA - lanzaron el proyecto “Empoderamiento económico de las mujeres rurales” para impulsar la prosperidad y el liderazgo de las mujeres. Desde entonces, el proyecto está funcionando en múltiples países. En la República Kirguisa, el proyecto de empoderamiento económico de las mujeres (Rural Women's Economic Empowerment, RWEE, en inglés) se dirige a las mujeres rurales vulnerables y a las que viven por debajo del umbral de pobreza nacional de 2700 KGS, es decir, unos 32 dólares al mes.
Hablamos con cuatro mujeres kirguisas que salieron adelante con la ayuda del proyecto RWEE. A continuación, nos hablan de sus experiencias, oportunidades y retos.
“La política no es sólo para los hombres”
Justo después de graduarse, Tursunai Akmatova empezó a trabajar como profesora en una escuela rural y nunca se planteó cambiar de profesión. Eso fue hasta 2014, cuando se enteró del proyecto RWEE y decidió participar. Luego, en 2017, Tursunai se convirtió en una miembro del consejo (kenesh, en kirguís) local.
“Yo pude demostrar que la política no es solo para los hombres, que las mujeres también pueden y deben hacerlo”, dijo Tursunai.
Mientras trabajaba para el kenesh local, Tursunai se ha esforzado por contribuir a su pueblo, Baizak. Durante la pandemia, ella y otros activistas ayudaron a distribuir paquetes de alimentos y equipos de protección personal a las familias necesitadas. Además del trabajo social, también apoya a las empresarias: junto con otras mujeres afines a ella, fundó un fondo agrícola, que ahora incluye a 50 personas.
“A lo largo de los años, he podido conseguir muchas cosas y estoy muy agradecida a quienes siempre me han apoyado, aunque yo misma tenía dudas al principio”, dice Tursunai. “Creo que, gracias a este proyecto, muchas mujeres pudieron despertar su 'yo', creyeron en sí mismas y empezaron a hacer lo que les gusta”.
“Nosotras entendemos mejor a qué se enfrentan las mujeres y niñas”
En 2015, Nuria Temirbek kyzy era ama de casa en la aldea de Ak-Zhar y no pensaba trabajar, y mucho menos dedicarse a los negocios o a la política. Dos años más tarde se convirtió en diputada del consejo local y desde entonces se dedica a apoyar a sus vecinos en su comunidad.
Al igual que Tursunai, Nuria llegó a una reunión con representantes de una organización internacional por mero accidente. Y ese encuentro dio un giro a su vida: “Mi visión de la vida ha cambiado a mejor. Empecé a creer en mí misma y en 2016 presenté mi candidatura a miembro del consejo local. Gané las elecciones. Antes estaba segura de que una mujer debía quedarse en casa, criar niños y niñas, cuidar de su marido. Pero resultó que somos muy fuertes, que podemos hacer todo”, dice Nuria.
Uno de los principales retos de Nuria — y su fuerza —es su género: “Al principio, mi marido estaba en contra de mis actividades, porque a menudo no estaba en casa, pero ahora me apoya”. “Una mujer diputada en el parlamento local se diferencia de un hombre en que entendemos mejor los problemas a los que se enfrentan las mujeres y los niños cada día, por lo que intentamos ayudar a resolverlos”, explica Nuria.
“Yo superé mi miedo y me puse a trabajar”
Elmira Sazanova fue una de esas soñadoras que siempre creyó en el éxito y se esforzó por alcanzar sus metas. Es madre de cuatro y propietaria de un pequeño taller de costura que supervisa el trabajo de decenas de costureras. Aunque no hace mucho tiempo lo único con lo que soñaba era con tener dos máquinas de coser profesionales para poder aumentar su producción casera de vestidos para vecinos y amigos.
Ella conoció sobre el proyecto RWEE en 2014 y le dijeron que podían ayudarla a crear un negocio. “Para ser sincera”, dice, “no creía en esto, pero decidí intentarlo. Fui a muchos cursos de formación. Al final preparamos un plan de proyecto para un taller de costura. Y un día, sin más, llegaron las máquinas de coser. ¡Y había tantas! Estaba sorprendida y confundida: ¿qué hacer con tantas máquinas de coser, de dónde sacar a los trabajadores? Pero superé el miedo y me puse a trabajar”, recuerda Elmira.
Pero incluso contanto con el equipamiento, no fue fácil poner en marcha el negocio. Primero, Elmira tuvo que buscar gente para coser y productos para vender—ya que muchos habitantes del pueblo no podían permitirse comprar ropa nueva con regularidad. Y entonces llegó la pandemia, y su taller empezó a coser máscaras. En su taller, Elmira contrata incluso a personas sin experiencia. Como ella misma explica: “Casi todas las mujeres pueden formarse en costura; lo principal es que tengan ganas de aprender y trabajar”.
“Quería convertirme en un modelo a seguir para mis hijos”
Hace sólo unos años, Upnisa Madmarova, de 60 años, se planteó la sencilla idea de abrir un taller de costura. Pero en ese momento el sueño parecía imposible.
“Quería convertirme en un modelo a seguir para mis hijos”, explica Upnisa. En un momento decisivo de su vida, decidió hacer todo lo que estuviera en su mano para sacar a su familia de la pobreza, y avanzar siempre aunque fuera un paso a la vez.
Upnisa se unió a RWEE y, junto con otras mujeres de su pueblo, Chek-Abad, siguió una serie de sesiones de formación. Con su recién adquirida confianza, se presentó a un concurso para la mejor propuesta de negocio. La propuesta de Upnisa de crear un pequeño taller de costura en su pueblo fue elegida como una de las mejores, lo que le permitió dar un gran paso hacia su sueño de abrir una fábrica de costura.
Pero su objetivo no era simplemente ganar más dinero para ella y su familia. Quería ofrecer oportunidades de ingresos a otras mujeres vulnerables de familias pobres. “He ofrecido puestos de trabajo a 15 mujeres en el taller y más mujeres incluso trabajan para mí a distancia. Cuando oigo las risas de nuestras chicas durante las horas de trabajo — para mí esto es un éxito y mi mayor victoria”.
Este reportaje se basa en publicaciones anteriormente realizadas por la ONU en la República Kirguisa. Apoyo editorial de Paul VanDeCarr y Maria Podkopaeva, Oficina de Coordinación del Desarrollo. Para más información sobre el trabajo de las Naciones Unidas en la República Kirguisa, visite Kyrgyzstan.UN.org. Para saber más sobre los resultados de nuestro trabajo en esta zona y en otras, lea el informe de la presidenta del GNUDS sobre la Oficina de Coordinación del Desarrollo.