Al límite de la supervivencia: en Myanmar, saltarse las comidas para que los niños y niñas puedan comer
En medio del creciente desempleo, la subida de los precios de los alimentos y el devastador impacto de las inundaciones y la pandemia de la COVID-19, los más vulnerables de Myanmar están sufriendo.
Vivir de una comida a otra
Ko Min y Ma Moe, marido y mujer, llevan luchando por poner comida en la mesa desde febrero, ya que los precios de los alimentos han subido en todo Myanmar. Incluso los alimentos básicos están fuera del alcance de los más pobres en el barrio de la pareja, en las afueras de Yangon, la capital.
En un día como cualquier otro, Ko Min sale a buscar comida para su joven familia, haciendo malabarismos con varios trabajos ocasionales, con la esperanza de conseguir algo de dinero, mientras Ma Moe se queda en casa con su hijo y su hija. Hace meses que Ma Moe no va al mercado por víveres.
Ko Min recoge un puñado de espinacas de agua en un pantano cercano. De camino a casa, se detiene en un quiosco del barrio para comprar huevos y algo de aceite, lo justo para una comida para su familia de cuatro miembros. Cuando Ko Min llega a casa, Ma Moe empieza a preparar la comida. Sirve la tortilla con cebolla picada, espinacas al agua ligeramente hervidas y pasta de pescado con el arroz de un paquete de asistencia alimentaria del Programa Mundial de Alimentos.
“Nosotros, los padres, podemos vivir sin comida, pero los niños y niñas no, así que debemos encontrar la manera de alimentarlos”, dice Ma Moe, “La mayoría de la gente de mi barrio también tiene dificultades. Cuando no tenemos suficiente para comer, compartimos lo que tenemos con los demás. La vida es así”.
Con el coste de los alimentos básicos subiendo un 20% desde enero, cada vez más padres comen menos o se saltan las comidas por completo para que sus niños y niñas puedan comer. Piden dinero prestado, gastan sus ahorros o venden propiedades para poder llevar comida a la mesa.
Tras haber proporcionado asistencia alimentaria a casi un millón de personas en Yangon y Mandalay, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) ha incrementado su apoyo para llegar a otros 2 millones, principalmente en las zonas urbanas, al tiempo que mantiene la asistencia alimentaria mensual en las zonas afectadas por el conflicto, y planifica urgentemente el suministro de alimentos a miles de nuevos desplazados cuyas vidas y medios de subsistencia se han visto alterados por la reciente violencia. La mayoría de los beneficiarios de los alimentos del WFP son madres, niños y niñas, personas con discapacidad o ancianos.
“Tenía lágrimas de alegría en los ojos el día en que el WFP nos donó”, dice Ma Moe. “Esa tarde, al recibir los alimentos, tuve sentimientos encontrados de tristeza y felicidad”.
La vida y los medios de subsistencia están en juego
Myanmar ha experimentado una tercera oleada de la COVID-19 y violentos enfrentamientos entre el ejército y los grupos armados. Además de estos problemas, algunas zonas de Myanmar están siendo azotadas por la temporada de monzones de este año, con aguas que alcanzan los dos metros de altura — lo suficiente como para sumergir las casas.
A medida que la lluvia golpeaba las casas y el nivel del agua empezaba a subir, los niveles de ansiedad de Mi Sazai se dispararon.
El incesante aguacero dejó a Mi Sazai, de 21 años, y a los otros nueve miembros de su familia – cuatro de ellos niños y niñas – varados durante dos semanas en la habitación superior de su casa de madera en el municipio de Kyaik Maraw, en el estado sureño de Mon.
“Tenía miedo de que nuestra casa quedara sumergida”, dice Mi Sazai. “Y tenía miedo de un derrumbe”.
A principios de este año, un deslizamiento de tierra en su escuela mató a una persona. Hace dos años, 60 personas murieron en un deslizamiento de tierra masivo que siguió a fuertes lluvias como éstas en un pueblo cercano.
“También me preocupaba que mi madre enferma se quedara sin sus medicinas, y que todos nosotros no tuviéramos comida”.
La familia intentó desesperadamente hacer frente a la situación trasladando sus pertenencias al segundo piso, reduciendo las comidas de tres a dos al día y recogiendo e hirviendo el agua de lluvia para beber.
“La única que no se preocupó fue mi sobrina de tres años ya que, afortunadamente, no sabía lo que estaba pasando”, dice Mi Sazai.
Las inundaciones no sólo se llevan la vida de la gente, sino también sus medios de subsistencia. Muchas personas han perdido su fuente de ingresos, en particular los trabajadores ocasionales que trabajaban en los terrenos de arrozales, que ahora están inundados por el agua de las inundaciones. Las restricciones de viaje y las medidas de seguridad les impiden buscar trabajo en otros lugares.
Muchos están recurriendo a prestamistas para poder comprar alimentos para sus familias. “Les dan un préstamo a tres meses con un interés del 7%. Si no pueden pagarlo, vuelven a pedir un préstamo con intereses adicionales. Están atrapados en un círculo vicioso de deudas”, dice Hong Sar Htaw, director de Women and Child Organization, una ONG local que está asociada con UNICEF para distribuir suministros de socorro a las comunidades afectadas por las inundaciones, incluida la aldea de Mi Sazai.
Según la ONU, unos tres millones de personas en Myanmar necesitan ayuda urgente. Los esfuerzos humanitarios de UNICEF continúan, entregando suministros esenciales a las comunidades más necesitadas.
Mi Sazai está decidida a encontrar la manera de hacer su parte también. Como estudiante de geografía, está aprendiendo sobre el impacto del cambio climático. “Quiero investigar el cambio climático”, dice, “para averiguar cómo podemos evitar que esto vuelva a suceder”.
Esta historia se basa en historias publicadas anteriormente por la ONU en Myanmar (disponibles en inglés en historia 1 y historia 2). Apoyo editorial proporcionado por Lyla Peng y Paul VanDeCarr de la Oficina de Coordinación del Desarrollo. Para más información sobre el trabajo de las Naciones Unidas en Myanmar, visite Myanmar.un.org. Para saber más sobre los resultados de nuestro trabajo en este ámbito y otros, lea el informe de la presidenta del GNUDS sobre la Oficina de Coordinación del Desarrollo.