Roya coloca la tela blanca bajo la aguja y pisa el pedal de su máquina de coser, dando los últimos toques a la máscara que está fabricando. A su alrededor, numerosas filas de otros refugiados también están fabricando máscaras–una protección muy solicitada y necesaria debido a la implacable pandemia de la COVID-19.
Boniface (nombre ficticio), padre de seis hijos y auxiliar de enfermería en el hospital Saint Jean de Dieu de Tanguiéta, en el noroeste de Benin, a unos 600 km de Cotonú, tuvo una dolorosa experiencia con la hepatitis viral, una inflamación del hígado causada por un virus, que puede ser mortal.
En marzo de 2020, el Gobierno de Panamá anunció restricciones de movimiento para contener la propagación de la COVID-19. Las primeras semanas de bloqueo fueron de incertidumbre, afirma Venus Tejada, presidenta de la Asociación Panameña de Personas Trans.
Los equipos de las Naciones Unidas en el país siguen esforzándose por proporcionar a las autoridades locales y nacionales de todo el mundo apoyo en la lucha contra la COVID-19. Hoy destacamos algunos de esos esfuerzos.
Lerato — no es su nombre real — es una estudiante de 20 años de primer año en la universidad local. Se acomoda en su silla a unos metros de donde estoy sentada con la cabeza fija en el suelo. Parece triste, cansada y abatida, y evita cualquier contacto visual, como si se avergonzara de lo que vamos a hablar.
Durante esta pandemia, yo tuve el honor de pronunciar un discurso de apertura. Al preparar mi discurso, pensé en el futuro al que se enfrentan los jóvenes hoy en día y en cómo me sentía yo a esa edad, lleno de energía y aspiraciones, lista para enfrentarme al mundo.
La pandemia de la COVID-19 ha puesto a prueba las infraestructuras y los recursos de Jordania, lo que, a su vez, ha repercutido sustancialmente en la sociedad jordana y ha supuesto obstáculos adicionales para las comunidades de refugiados, especialmente para las mujeres y las niñas de estas comunidades. Hoy destacamos tres inspiradoras historias de resiliencia.
La ciudad de Kodok se encuentra en la orilla occidental del Nilo, en el norte de Sudán del Sur. No se puede llegar por carretera y no hay vuelos comerciales que vayan allí. Eso significa que la ayuda exterior es difícil de conseguir.
La vendedora ambulante Nereide Fernandes, de 49 años, vio su vida fuertemente afectada por la pandemia de COVID-19, al igual que una parte importante de la población brasileña. Viviendo en São Paulo, Fernandes perdió su trabajo y tuvo dificultades para cuidar de su hija Melissa, de 2 años, que tiene síndrome de Down.
“El agua para mí es todo, hoy en día realmente la necesito, me equilibra, la necesito observar y estar siempre en contacto con ciudades que tengan agua, y a su vez me moviliza y cada vez me causa mayor sufrimiento verla contaminada, de ahí nace mi motivación para hacerme cargo de esta problemática que es de todos”, explica Yago.