COVID-19 es como una tormenta, una tormenta atronadora y poderosa a lo largo de todo el mundo. Si no lo sabíamos antes, ciertamente ahora sabemos dónde están los agujeros en nuestros techos o dónde no hay techos. Vemos cada vez más claramente quién se empapa, quién se muere y quién permanece seco.
Cuando el desastre golpeó el corazón de Beirut, el Líbano ya se estaba recuperando de los disturbios civiles, las dificultades económicas y financieras, el aumento de la pobreza y el desempleo agravados por las tensiones políticas y un número vertiginoso de casos de COVID-19. Esto se ha visto agravado aún más por la pesada responsabilidad derivada de refugiados sirios y palestinos.
Kika se para fuera de su puerta y saluda a sus vecinos antes de abrir la puerta azul que conduce a su sala de estar. En el otro extremo hay un televisor que funciona con energía solar, cuidadosamente rodeado por un grupo de asientos de plástico. Desde que se completó su nueva casa hace casi un año, la vida de Kika ha cambiado para mejor.
Los refugiados que huyen de la violencia en Etiopía han estado llegando a Sudán. Asciende a 36.000 la cifra de personas en movimiento que han llegado en las últimas dos semanas y se esperan más a medida que continúe el conflicto.
En medio de una pandemia mundial, encontramos a mujeres en la primera línea en todas partes, como jefas de gobierno, legislatura, trabajadoras de la salud, líderes comunitarias y más. ONU Mujeres presenta cinco ejemplos.
En Siria, las comunidades sufren bajo el peso de la prolongada guerra, una crisis económica en escalada y la pandemia de COVID-19. Más de 11 millones de personas en todo el país necesitan apoyo humanitario.
En Zimbabwe, el coronavirus (aunque todavía está bastante contenido) amenaza con saturar un sistema de salud ya sobrecargado y revertir los avances logrados a lo largo de los años en las áreas de salud materna, atención infantil, inmunización, VIH/SIDA, tuberculosis y malaria.
Las Naciones Unidas celebraron su 75 aniversario el 21 de septiembre de 2020, en un momento de muchos desafíos, incluida una crisis de salud mundial que ha sacudido al mundo en el que vivimos. Durante este tiempo, los equipos de las Naciones Unidas en los países (UNCT, por sus siglas en inglés), entre bastidores, se han unido para abordar estas incertidumbres, digitalmente.
Poco más de un año antes de que surgiera el nuevo coronavirus, países de todo el mundo se unieron para adoptar el Pacto Mundial sobre los Refugiados (GCR, por sus siglas en inglés), un nuevo marco para gestionar grandes movimientos de refugiados de manera más equitativa entre los Estados.